Reflexiones de un Ducatista en Santo Domingo de Silos


La mecánica, la automoción, el motociclismo, son materias que siempre me han encandilado. Sin embargo, ¿qué aporta Ducati a esta ecuación? Pasión. Una pasión reflejada en sus mecánicas, en sus diseños, en sus prestaciones, en definitiva, en su filosofía. Es algo único que se transfiere desde las máquinas a sus propietarios, y es algo que emulamos el pasado fin de semana los miembros del DOC en Santo Domingo de Silos.

Nos unió una marca, y nos dio los ingredientes necesarios para disfrutar de la amistad, sin importar lo muy diferentes que pudiéramos llegar a ser.

Todo viaje tiene un principio y un final, y el nuestro comenzó la tarde del viernes 6 de Agosto. Con toda la intención de pasar un fin de semana memorable, nos ataviamos con la equipación motera y partimos desde Ducati Madrid hacia Santo Domingo de Silos más de 20 ducatistas con nuestras flamantes joyas.

Emprendimos nuestro viaje a través de la Autovía del Norte A-1 dirección Burgos, hasta la localidad de Riaza (Segovia). Una vez alcanzada dicha localidad, nuestro punto de enlace con Santo Domingo de Silos (Burgos) era Ayllón (Segovia), y en ese momento, fue cuando el tiempo se detuvo para nosotros. El imparable paso de nuestras Ducatis por los pastos de Castilla y León en aquel atardecer de verano nos hizo observar el contraste entre lo rural y lo urbano. La tranquilidad era palpable en dichas localidades, parecía que el tiempo se había detenido, tiempo que sirvió de reflexión para nosotros, para despojarnos de lo superfluo, para comprender de dónde venimos, y para disfrutar de nuestras máquinas y de las amistades que comenzaban a forjarse en aquel fin de semana.

Se teñía el cielo de noche y llegábamos a nuestro destino. No sin antes recibir una cálida bienvenida de algunos de nuestros compañeros que ya estaban allí. Dejamos nuestro equipaje en el Hotel Santo Domingo de Silos, y nos fuimos a cenar y a disfrutar de unas refrescantes bebidas espirituosas.

Amanecía un nuevo día, y antes de comenzar nuestra andadura, aprovechamos para dar un paseo por la localidad. Santo Domingo de Silos, es un municipio de apenas 273 habitantes, que se encuentra creando un nudo entre 4 caminos históricos: la Ruta de la Lana, el Camino del Cid, la ruta del destierro del Cid y el Camino Castellano-Aragonés.

Su monasterio, data del siglo VII, aunque en la actualidad se trata de una abadía benedictina creada en el siglo XII en honor al monje riojano Domingo Manso, quién participó durante su vida en la restauración de dicho monasterio, y una vez fallecido, su tumba se convirtió en lugar de peregrinación.

Se acercaban las 11:00 de la mañana y nuestra ruta de 210 kms por las localidades circundantes comenzaba. Eso sí, tendría una parada técnica obligatoria, el restaurante el Balcón del Cañón.

No nos podíamos imaginar que comenzara dicha ruta con algo de lluvia, pero en seguida esta disminuyó y nos hizo disfrutar de las vistas y de las carreteras.

Una vez llegamos al restaurante, pudimos recuperar fuerzas para continuar con nuestra andadura gracias a la fabulosa carta de la que disponían, lugar al que recomiendo su visita encarecidamente.

Nuestra aventura tendría una parada en el impactante cañón del río Lobos. Momento que aprovechamos para sacar unas instantáneas para el recuerdo, por supuesto.

Continuamos con nuestra marcha atravesando localidades como Santa María de las Hoyas, Huerta del Rey o Carazo, para terminar en Santo Domingo de Silos, donde nos esperaba la cena en el restaurante Tres Coronas, lugar emblemático por su ginebra Premium Gin Silos (abro un breve paréntesis para permitir al lector elucubraciones varias sobre la bebida espirituosa y el texto en sí escrito por mi persona).

Nuestra jornada llegaba a su fin, pero antes de darla por terminada, pudimos disfrutar de una preciosa lluvia de estrellas.

El domingo 8 de Agosto, amanecíamos con el canto de los monjes del monasterio de Santo Domingo de Silos, algunos despertaban con maleza en los ropajes del día anterior, otros con cara de haber bebido tónicas de dudosa calidad, pero todos teníamos un objetivo en común, desayunar y ponernos en marcha a lomos de nuestras fastuosas Ducatis, rumbo hacia nuestro último día de ruta. Poco a poco notábamos el cansancio, y aunque habían partes de nuestro yo que ya no sentíamos, las ganas y la adicción que teníamos por nuestras máquinas eran superiores a todo lo anterior.

Nuestro camino poco a poco llegaría a su fin, pero nos aguardaba una última comida en la plaza de Ayllón, concretamente en el restaurante Pemar de Ayllón.

Cuando quisimos darnos cuenta, los 270 kms de la ruta del domingo se habían esfumado, habíamos pasado de un clima propio de la primavera, al verano tórrido peninsular. De los valles y bosques burgaleses, a las llanuras de la gran meseta. La ruta había concluido, y nos disponíamos a marchar hacia nuestras casas. La pregunta era en todos recurrente, ¿para cuándo la próxima? La felicidad que esbozábamos era la respuesta a dicha pregunta. Próximamente.

Redacción y artículo por: David Báez Gundín


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